jueves, 16 de agosto de 2007

Cloverfield, o la perfección del Mainstream


J. J. Abrams ha revolucionado el universo de la ficción televisiva con Perdidos. Cuando se habla de esta serie, uno se refiere al fenómeno que, sin ser sustanciosamente rentable, ha creado una mitología que excede lo propiamente televisivo. Una red de soportes no catódicos acumula cada uno de los datos necesarios para completar el puzzle de la misteriosa isla que ha unido a los desdichados náufragos del vuelo de Oceanic 815. No vamos a hablar de las miles de recónditas esquinas donde pueden hallarse las pistas que hacen falta para saber qué es la Iniciativa Dharma, porque podríamos estar hasta el día del juicio. Vamos a referirnos a la obsesión de Abrams por hacer de la ficción un mundo paralelo en la realidad.

Cinéfilos de todo el mundo se están haciendo sus gayolas con Cloverfield, como ha venido a llamarse al proyecto que oficialmente no tiene aún nombre y que capitanea el creador de Alias. El trailer que precede a Transformers lo tiene todo para enganchar. Una puesta en escena brutal y un virus que se inocula en el cerebro y que hace reverberar una y otra vez "qué narices es esto".

No vamos a revelar nada de dicho trailer. El que sienta interés, que lo vea con ojos vírgenes. Lo que sí hay que mencionar es la forma en que la promoción de la película está jugando las mismas cartas que series como Perdidos o Héroes. En lugar de obligar al posible espectador a rumiar panfletos publicitarios, se conmueve a éste mediante intrincados juegos de muñecas rusas que levantan la curiosidad detectivesca. A través de dos blogs que referencian a un inexistente profeta, el márketing crea una mitología ficcional que se la pone dura a flipadetes del mainstream como quien suscribe.

No digo más. Y como además quiero colaborar en este mecanismo de hacer dinero sin ver un duro, no añado ningún link. Búscate las habichuelas y disfruta del juego del descerebro.
P.d.: Al loro con las teorías de los más enfermos de youtube al desmembrar las escasas imágenes de la película que hay en circulación...

jueves, 9 de agosto de 2007

Achilipú, quepú, quepú

Mucho ha tardado. Jaime Jiménez Arbe, "El Solitario" para los amigos de los amigos de lo ajeno, ha confirmado que es español. Los que soñábamos con una realidad de ficción mágica en la que íberos de la tierra donde nace el Tajo pudieran hacer las cosas como dios manda, nos hemos llevado un jarrazo de agua fría al conocer la cara oculta del profesional pillastre.
Se ha celebrado una rueda de prensa (nunca la palabra "celebrar" le fue tan al pelo a la expresión "rueda de prensa) en la que el abogado del atracador ha dado "pruebas" de que su defendido no es el responsable de los tres asesinatos que se le imputan. La prueba es una carta del tamaño del The Sun en la que explica que estaba en otro sitio, en otro momento, etc... qué sé yo. El caso es que se limita a rubricar la muy castiza postura del "eso ha sido otro". Más español que un atasco a la salida de Matalascañas.
Por si fuera poco, el prenda dice ser la revisión postmoderna de Curro Jiménez, aludiendo que el robo de bancos no tenía fines "únicos" de ánimo de lucro, sino que pretendía librar a los españoles de la alargada sombra (y alargada mano) de las entidades, las verdaderas ladronas. Y ahí está. No hay nada más español que meter la pata, que te cojan, y ante la evidencia, tirar balones fuera.
Este tipo es la prueba de que el silencio, la duda, la especulación y, por extensión, la evocación, resultan más atractivos que lo explícito, lo evidente, lo zafio. Para el caso, lo que pensábamos que era un Haneke, resulta que es un Ozores. Sólo nos faltó que el abogado de la defensa saliera de la concurrida sala de prensa al son de achilipú, quepú, quepú, quepú, quepú, quepú, quepú, quepú, quepú...

Tira, tirae

Nos estrenamos en el terreno de la tira "cómica". No sé si con mucha o poca fortuna, pero la influencia del desternillador es demasiada como para seguir ignorándola. Una esquela en prensa inspiró esta, como no podía ser menos. Que ustedes la disfruten.

viernes, 3 de agosto de 2007

Bosco 2007


John Picadio es un artista conceptual que fagocita el diseño gráfico y la fotocomposición como vías de expresión y medio de vida. Bajo el nick de "The Apocryph" incluye en su portafolio unos trabajos que, aunque no son originales en su ejecución, como ideas sacadas de contexto pueden ser brutales. Y por si fuera poco, el mago enseña la chistera a la platea y cuenta el proceso de producción de algunos de sus lienzos binarios. A los espectadores amantes de lo extraño les será imposible no encontrar lugares comunes con El Bosco. Visiones teñidas de opiáceos y revelaciones de pesadilla.



miércoles, 1 de agosto de 2007

Violarte urbano

En la plaza de San Andres -o Santa Marta, no las distingo- hay una iglesia, la iglesia de San Andrés. No es especialmente llamativa. Ocupa un espacio peculiar en la ciudad, bajo la cobertura de una zona de edificios bajos en el centro de Sevilla, y con una valla que la proteje por el ala sur de intrusos y agnosticismo.

Lo más peculiar de esta iglesia es que es objeto desde hace meses de la socarrona profanación de un chaval -intuyo que es un chaval, por la altura mental y espacial de las pintadas que aparecen- sobre las paredes y puertas del templo.

La primera de estas profanaciones fue sencillamente brutal. Sobre las enormes puertas de roble oscuro como el betún llegó aparecer una violentísima pintada en spray plateado que rezaba -nunca mejor dicho-: Viva Satán. Ahí es nada. Uno está curado de espanto, pero reconozco que al pasar por la estrecha cuesta que desciende sobre la entrada del santuario y fijarme sin previo aviso en la consigna demoníaca, tuve un pálpito de serie B. No me quiero ni imaginar el párroco pacorro que se hace cargo del lugar. Habría sido como si en el dormitorio del rey hubieses colgado unos visillos con la tricolor y la cara de la pasionaria tejida a ganchillo. Un bofetazo de antagonismo.

La segunda pintada llegó en la esquina nordeste. Para esta ocasión, el muchacho desconocido optó por un mensaje más punky y, aerosol en mano, hizo un poema de un solo verso que decía: Dios es un yonki. Como artista, esta persona ya presentaba una evolución en su mensaje. Pasaba del discurso de masas a un golpe directo y particular, una apreciación personal al tiempo que interpretable. ¿Se refiere a que es un yonki de acuerdo a algún tipo de adicción? ¿Quizás viene a decir que Dios ha pasado a necesitar a su feligresía como el enganchado a su heroína? En este caso, la imagen de miles de pequeños votantes del PP precipitándose en masa a través de la diminuta perforación de la aguja hacia las venas de la magna divinidad es, eso mismo, divina. Sea como fuere, la pintada desapareció a los pocos días.

Pero no hay dos sin tres. Dios sigue siendo un yonki aunque lo
borreis. Esa fue la cresta de la ola. Con un nuevo mensaje, el artista oculto vuelve a mostrar su descaro, esta vez reafirmando que su obra jamás será efímera, y que pervive más allá de su materialización. Lo que se dice un tipo tocapelotas. Un porculero. Cabe destacar en este punto, que el lugar donde aparecen las pintadas como caras de Bélmez, es una pared que está frente por frente a la casa hermandad de la parroquia. Así que en términos profanos -de nuevo, nunca mejor dicho-, es como si este creador de basura intelectual se meara en la cara de quienes quieren censurarle.

Todo pasa de moda, hasta el transgresismo. La fertilidad creativa de nuestro amigo desconocido zozobra, y ante la falta de estímulos, vuelve a decantarse por aparecer con un leitmotiv que parece que da juego: Dios es un yonki. No se lo piensa. Si le borran, él regresa con su mensaje. Un ciclo de hinchahuevos sin fondo ni trasfondo. Un tipo aburrido en las desiertas calles de la ciudad. Un iconoclasta que no conoce la palabra que le define.

martes, 24 de julio de 2007

Chacal a la española




Figueira Da Foz, el rincón playero que abastece a la zona centro de Portugal, ha sido el marco de la detención del prófugo de la justicia más famoso de la reciente criminología española. La frase "cayó sobre él una nube de agentes" sólo queda ensombrecida por la imagen del escurridizo ladrón de bancos abriendo la bolsa que le acompañaba en la terraza donde estaba almorzando cuando dos individuos se dirigieron a él por su nombre. Un estupendo comienzo para una película estructurada a base de un larguísimo flashback. El asaltante conocido por todos como El Solitario acababa de ser apresado después de años ocupando titulares bajo la apariencia de un barbudo metódico e infalible.


No es cosa de risa ni de romanticismo el hecho de que Jaime, como se llama nuestro Chacal nacional, se haya llevado por delante tres personas en sus atracos, pero a pesar de ello, no se puede evitar una mueca de sorpresa al descubrir la persona que se ocultaba bajo las pelucas y las barbas. Cuando han registrado sus pertenencias en Las Rozas han descubierto un arsenal de cotas paramilitares, además de multitud de artefactos para construir máscaras humanas que modificasen su apariencia física. La realidad supera a la ficción, pero cuando esto sucede en España, no pasan de ser cicatrices de la España profunda: envenenamientos, ajustes de cuentas entre familias de pedanías bajo un sol de justicia, navajeros que entran armados con catanas en comisarías o guardias civiles que entorpecen labores de vigilancia de mafias chinas.


Cualquier mofa de la realidad sobre la ficción en nuestro país parece que tiene un tufillo de parodia, así que cuando se topa uno con un elemento como El Solitario, los sacapuntas de los "criminólogos" españoles empiezan a echar humo. El criminólogo español, un personaje por el que siento una admiración que navega a medio camino entre la burla y la sorpresa, se frota las manos y llama compulsivamente a editoriales para reservarse la "historia definitiva sobre El Solitario", relatos infectados de moralina y orgullo, historias empapadas de fetichismo y morbo. Ya están robando minutos, horas y días de informativos y especiales, han activados los contestadores de sus "oficinas" y "despachos" para que los medios impresos concierten citas en las que volcar sus sesudos análisis acerca de la personalidad de este siniestro asaltante.


Ahora está en un calabozo de Coimbra, posiblemente mascullando para sus adentros o charlando relajado con otro preso en un perfecto portugués (uno de los cinco idiomas que controla), lamentándose de los errores cometidos en sus correrías, afinando en su imaginación cada uno de los planes. Es ex marido y padre de dos chavales. Tiene una enorme bandera de Brasil en el salón de su casa. Parece que vivía de los botines que sacaba en sus atracos. Un profesional. Un freelance de la delincuencia. Un tipo que trabaja solo, sin ayuda. Y ahora está en Coimbra, encerrado, a la espera de juicio en Portugal y con la incógnita de si será extraditado a España. Y probablemente esté tranquilo.

lunes, 16 de julio de 2007

Todo lleva a Jimi Tenor

Entre las joyas del profundo baúl de maravillas que Chalir (véase, "estoy bocharro con Chalir" en el apartado -inexistente por otro lado- de complicidad añeja) me ha venido dejando año tras año, creo que una de las más resplantecientes fue aquella obra de arte escacharrada llamada "Muchmo", de Jimi Tenor. Banda sonora irreal de una imaginaria perplejidad sucedánea de Miedo y Asco en Las Vegas a la andaluza, esa pesadilla digital disfrazada de fantasia electro-bossanova nos ha acompañado donde quisiera que estuviésemos, sobrios o colocados. Da lo mismo. Hoy, en pleno colocón de realidad, delante del ordenador, en la amoquetada quietud vespertina de la redacción, esperando la oleada de teletipos, llegó de nuevo Mr. Tenor. Ahí estaba: socarrón, albino, canalla, inclemente... imprudente. Los minutos muertos revoloteaban como cadáveres en un desfile criollo, así que tontee un poco con la web de la interesante revista Arte y Diseño, donde, después de linkear un poco, caí en la no menos interesante web del ilustrador Der Oesterler. Germano como la salchicha o el potache de cerveza, este loco se ha encargado de desarrollar conceptos para el albino cabrón, el responsable de la psicodelia acústica generada en código binario y licuada con una trasnochada sección de viento. Al final todo encaja en las desérticas calles de una ciudad perdida entre quicenas de vacaciones.