Figueira Da Foz, el rincón playero que abastece a la zona centro de Portugal, ha sido el marco de la detención del prófugo de la justicia más famoso de la reciente criminología española. La frase "cayó sobre él una nube de agentes" sólo queda ensombrecida por la imagen del escurridizo ladrón de bancos abriendo la bolsa que le acompañaba en la terraza donde estaba almorzando cuando dos individuos se dirigieron a él por su nombre. Un estupendo comienzo para una película estructurada a base de un larguísimo flashback. El asaltante conocido por todos como El Solitario acababa de ser apresado después de años ocupando titulares bajo la apariencia de un barbudo metódico e infalible.
No es cosa de risa ni de romanticismo el hecho de que Jaime, como se llama nuestro Chacal nacional, se haya llevado por delante tres personas en sus atracos, pero a pesar de ello, no se puede evitar una mueca de sorpresa al descubrir la persona que se ocultaba bajo las pelucas y las barbas. Cuando han registrado sus pertenencias en Las Rozas han descubierto un arsenal de cotas paramilitares, además de multitud de artefactos para construir máscaras humanas que modificasen su apariencia física. La realidad supera a la ficción, pero cuando esto sucede en España, no pasan de ser cicatrices de la España profunda: envenenamientos, ajustes de cuentas entre familias de pedanías bajo un sol de justicia, navajeros que entran armados con catanas en comisarías o guardias civiles que entorpecen labores de vigilancia de mafias chinas.
Cualquier mofa de la realidad sobre la ficción en nuestro país parece que tiene un tufillo de parodia, así que cuando se topa uno con un elemento como El Solitario, los sacapuntas de los "criminólogos" españoles empiezan a echar humo. El criminólogo español, un personaje por el que siento una admiración que navega a medio camino entre la burla y la sorpresa, se frota las manos y llama compulsivamente a editoriales para reservarse la "historia definitiva sobre El Solitario", relatos infectados de moralina y orgullo, historias empapadas de fetichismo y morbo. Ya están robando minutos, horas y días de informativos y especiales, han activados los contestadores de sus "oficinas" y "despachos" para que los medios impresos concierten citas en las que volcar sus sesudos análisis acerca de la personalidad de este siniestro asaltante.
Ahora está en un calabozo de Coimbra, posiblemente mascullando para sus adentros o charlando relajado con otro preso en un perfecto portugués (uno de los cinco idiomas que controla), lamentándose de los errores cometidos en sus correrías, afinando en su imaginación cada uno de los planes. Es ex marido y padre de dos chavales. Tiene una enorme bandera de Brasil en el salón de su casa. Parece que vivía de los botines que sacaba en sus atracos. Un profesional. Un freelance de la delincuencia. Un tipo que trabaja solo, sin ayuda. Y ahora está en Coimbra, encerrado, a la espera de juicio en Portugal y con la incógnita de si será extraditado a España. Y probablemente esté tranquilo.